Los ungulados salvajes y domésticos, claves para conservar el ecosistema mediterráneo

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Los científicos recomiendan mantener tanto el pastoreo tradicional trashumante como las zonas recuperadas por la naturaleza

Vacas, ovejas, cabras, cerdos, jabalíes, ciervos, corzos, gamos… Todos son ungulados, mamíferos placentarios que se caracterizan, principalmente por apoyarse y caminar sobre el extremo de los dedos, revestidos de pezuñas. Unos son silvestres y otros domésticos, pero estos y aquellos son “clave” para la sostenibilidad del ecosistema mediterráneo, tal y como han concluido investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH)

Este equipo de científicos ha realizado un análisis de la vegetación durante los últimos 30 años mediante imágenes de satélite de dos entornos del parque natural de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas. Un análisis con ungulados silvestres, como ciervos, y otro en el que predominan los domésticos, concretamente el cordero segureño.

La conclusión es que estos herbívoros producen distintos efectos sobre la vegetación, según sean silvestres o domésticos, y se complementan para mantener los ecosistemas. Por ello, estos expertos de la UMH recomiendan mantener el pastoreo tradicional trashumante y supervisar las áreas agroforestales abandonadas que están siendo retomadas por la naturaleza. Ambos son positivos.

El estudio, publicado en la revista ‘Landscape Ecology’, supone un avance en la comprensión de cómo podrían evolucionar en el futuro los ecosistemas mediterráneos en el actual contexto de cambio climático.

“El abandono de las prácticas tradicionales, en consonancia con cambios en el clima, ha transformado durante los últimos años los sistemas agropastorales de los paisajes mediterráneos”, señalan los expertos. Como consecuencia de este fenómeno, se está registrando “un proceso cada vez más frecuente de renaturalización y cambio en los entornos afectados, denominado ‘rewilding pasivo’” o ‘resilvestrización’.

Aunque este proceso de renaturalización puede aportar beneficios, como una mayor resiliencia climática y refugio para ciertas especies de fauna, también conlleva la pérdida de paisajes culturales biodiversos y de usos tradicionales cada vez menos comunes, advierten los autores.

Uso ganadero restringido

Para comprender la evolución futura de los ecosistemas mediterráneos y descubrir “claves” que ayuden a su conservación, los investigadores consideran importante evaluar sus respuestas al clima a largo plazo en diferentes condiciones que contemplen tanto el pastoreo de especies domésticas como la presencia de ungulados silvestres.

En este contexto se enmarca el estudio, realizado por los investigadores del Departamento de Biología Aplicada de la UMH Marina Rincón Madroñero, José Antonio Sánchez Zapata y Jomar M. Barbosa, junto con el investigador del Centro de Investigación Operativa de la misma universidad Xavier Barber.

La investigación se ha desarrollado con un doble propósito: evaluar el efecto del clima sobre la productividad primaria a escala de paisaje y analizar las tendencias a largo plazo de la biomasa de la vegetación en respuesta a un ‘rewilding’ pasivo o al mantenimiento de los sistemas de pastoreo tradicionales.

Analizaron, concretamente, dos zonas localizadas a menos de 15 kilómetros de características muy similares: Los Campos de Hernán Perea, un altiplano caracterizado por su muy bien conservado uso trashumante, y el Calar de Juana, localizada dentro de la zona de máxima reserva del parque natural.

En ambos enclaves, tradicionalmente se permitía el uso del ganado en extensivo, sin embargo, con la declaración del parque natural, en 1986, el uso ganadero fue restringido en parajes como el Calar de Juana.

Los científicos utilizaron imágenes de satélite para generar series temporales de acuerdo con lo que denominan “índice de vegetación de diferencia normalizada”, que representan la productividad primaria y la biomasa de la vegetación de dos paisajes clave: uno con ungulados silvestres y otro predominantemente con ungulados domésticos.

Aumento del matorral

“Mientras en la zona trashumante la biomasa de la vegetación se mantuvo constante a lo largo del tiempo de estudio (30 años), con una productividad primaria en la que influyeron la temperatura y las precipitaciones estacionales, en las áreas con herbívoros silvestre la productividad primaria fue impulsada principalmente por la precipitación anual, con menor dependencia de las lluvias estacionales“, concluyen los autores.

Además, en las zonas donde únicamente había ungulados silvestres se detectó un proceso de “sucesión secundaria” que se traduce en un aumento de las zonas de matorral.

Los autores destacan que, aunque los ungulados domésticos y silvestres pueden presentar “similitudes parciales” en su papel en las interacciones tróficas a través de la ingestión vegetal o en su influencia en el ciclo de nutrientes en las zonas pastoreadas, muestran asimismo “importantes diferencias en los efectos que producen sobre la vegetación“.

A la vista de esta complementariedad, los investigadores señalan la conveniencia de centrar los esfuerzos en mantener ambos sistemas y evaluar los paisajes trashumantes como una forma de “gestión ecológica sostenible que también puede mejorar la seguridad alimentaria”.

Reseñan también lo oportuno de dedicar una “atención especial” a las zonas en las que se está produciendo un rewilding pasivo como áreas de refugio y hábitat para otros tipos de especies silvestres.

Los investigadores insisten finalmente en que, dada la creciente frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos y el aumento de las temperaturas, se hacen necesarias “más investigaciones que aborden cómo se conservarán en el futuro estos distintos paisajes”.

El estudio aspira a contribuir en la toma de las mejores decisiones en torno a la gestión de los paisajes mediterráneos. Informe de referencia: https://doi.org/10.1007/s10980-024-01806-2

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